¡Oh!, glorioso San Blas, que con vuestro martirio habéis dejado a la Iglesia un ilustre testimonio de la fe, alcanzadnos la gracia de conservar este divino don, y de defender sin respetos humanos, de palabra y con las obras, la verdad de la misma fe, hoy tan combatida y ultrajada.Vos que milagrosamente salvasteis a un niño que iba a morir desgraciadamente del mal de garganta, concedednos vuestro poderoso patrocinio en semejantes enfermedades; y sobre todo obtenedme la gracia de la mortificación cristiana, guardando fielmente los preceptos de la Iglesia, que tanto nos preservan de ofender a Dios. Así sea.
!Oh Glorioso San Blas!
¡Oh, alma buena y alumbrada por el Señor!¡Oh, Santísimo pontífice y mártir,humilde, temeroso y esforzado de Dios,que hallaste delicias en la cueva,obediencia en las fieras,seguridad en los monstruos,abundancia en los desiertosy deleites en la soledad. Con innumerables milagros a la fe de Jesucristo a muchos gentiles diste salud y especialmenteal que por tener atravesada una espina en la garganta, se ahogaba. Impenetraste del Señor, que oirías a todos los que en aquelo semejante trabajo te invocasen, mira pues,a los que con fe y devoción te llamany pide al que te escogió y esforzóe hizo tan glorioso en el cielo y en la tierraque nos libre de estos males y mucho más de los pecados,de terremotos y temblores,para que por ti seamos libres de las tragedias en la tierra y de los tormentos eternos. Amén.
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